lunes, 15 de marzo de 2010

BEBE MOSTO DE BARRABRAVA OFICIALISTA A OPOSITORA GRANADOS

QUIENES SON, DONDE TRABAJAN Y CUANTO COBRAN

Barrabravas en el Estado: la fuerza de choque de la política

Un prófugo y un detenido de la causa por los incidentes en Boca-Chacarita son empleados estatales porteños. En el conurbano, los barras que cobran sueldos públicos enfrentan a opositores políticos.



Lucas Guagnini. .
lguagnini@clarin.com.ar






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Para muchos conseguir un trabajo es una odisea y hasta un sueño. Para muchos ir a la cancha es uno de sus pocos momentos de felicidad y pasión al punto que están dispuestos a gastar la plata extra que tengan en una entrada. Pero hay algunos que entran gratis a la cancha y, además, tienen un trabajo conseguido sin esfuerzo gracias a sus contactos políticos: son los barrabravas que trabajan en la administración pública. Sus sueldos los paga la sociedad, a través de los impuestos. Y su función principal no está en sus puestos estatales, sino en su rol dentro de la estructura política que los cobija: son punteros, hacen pintadas para las elecciones, seguridad o directamente "aprietes" a caceroleros, piqueteros y otros opositores. Y cuando la política es más turbia, ellos cruzan la frontera de la ley. Son la mano de obra que muchos políticos usan como grupos de choque y pagan con dinero público.

Algunos de esos vínculos se comenzaron a develar con la investigación que está llevando adelante el juez Mariano Bergés a partir de los incidentes del 31 de agosto pasado durante un partido de Boca contra Chacarita que mantuvieron al fútbol suspendido por varias fechas. Pero la causa no se quedó sólo en los barrabravas, sino que, bajo la figura de asociación ilícita ya encarceló a Armando Capriotti, ex concejal de San Martín y escudero del sindicalisa Luis Barrionuevo en el club Chacarita, por sus vínculos con la barra brava.

Entre los barrabravas que cobran del Estado hay de todo: desde simples serenos hasta el presidente de un Concejo Deliberante del conurbano.

Ese el caso de Juan Carlos Romeaux, líder de la barra de Deportivo Ituzaingó. De estar en peleas con disparos y piedrazos pasó a comandar la hinchada desde su despacho de la presidencia del Concejo Deliberante de Ituzaingó y ya no aparece tanto por la cancha. Aún hoy no tiene problemas en admitir que anda armado. Su hijo le sigue los pasos. Todavía no en la política, pero ya sí en el deporte. Pertenece a la barra de San Lorenzo y estuvo preso por los incidentes en un partido con Huracán. Terminó obteniendo una probation.

Romeaux dio cobijo en la Municipalidad a los nuevos jefes operativos de la barra de Deportivo Ituzaingó. Entrando al edificio comunal, a la derecha se ve una casilla de seguridad. Si uno tiene suerte puede encontrarse a Juan Politano, un grandote con aspecto de patovica y pelo corto. Más frecuente es ver a Walter "Wally", pelado y musculoso, acompañado por "Carlitos".

Desde luego, el trabajo principal de ellos no está en la comuna, sino en las calles. Wally, según aseguran en el municipio, reparte algunos planes Jefas y Jefes de Hogar. A los tres se los ve cuando hay movilizaciones piqueteras intentando desarticularlas. Y hace un año, cuando la CTA de Ituzaingó marchaba hacia la intendencia, intentaron frenar la marcha mostrando armas.

Más abajo en el escalafón de la barra, y por lo tanto en el municipal, están Alejandro "El Gato" Moreira y Enrique Gallardo, recolectores de basura.

Ituzaingó no es el único distrito donde los barras hicieron carrera. En San Martín también ocurrió. Es el caso de Arturo "Turi" Ginés y Oscar "El Monito" Bitz, hoy concejales y otrora jefes de la barra brava de Chacarita. Cuando el sindicalista Luis Barrionuevo desembarcó en el club, desalojó a la vieja barra de Chacarita, negociando con los que se sometieran al nuevo poder. "El Monito" y "Turi" sobrevivieron en la barra y subieron en política.

La causa de Bergés ya dejó preso a un ex concejal colega suyo, Capriotti, y puso el foco sobre dos barrabravas de Capital.

Uno es Santiago Horacio Lancry, un grandote que solía vigilar la puerta de la calle Perú de la Legislatura porteña con un sueldo de 2.020 pesos, a pesar de sus antecedentes. En la popular de Boca nadie sabe que su legajo municipal es el 9306, pero todos tienen claro su apodo y cargo: "El Gitano", capanga de "La 12", como se conoce a la barra de Boca.

Rafael Di Zeo, otro de los jefes de la barra brava de Boca, ingresó en 1991 a la planta del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Aunque sus vínculos con la violencia en el fútbol eran más que conocidos, sólo esta semana comenzó a perder su trabajo. No por su prontuario, sino porque en su tiempo de prófugo pasó el límite de ausencias injustificadas y quedó cesante en un sumario interno que aún está en trámite.

Hasta el mes pasado tenía un sueldo de $ 700 y revistaba en la Dirección de Alumbrado Público —ficha municipal 33.928— con la categoría E01. Ironías del destino: el barrabrava buscado por la Justicia era allí ordenanza. ¿Habrá conocido cumpliendo esas funciones a su novia policía que lo vio fugarse cuando otros policías llegaban a buscarlo por los incidentes del Boca-Chacarita? O será como aseguró un comisario de la Policía bonaerense: "Lo de la fuga se lo creen ellos, porque la Federal y la barra de Boca tienen más de un negocio juntos y lo dejaron ir por la puerta".

También Carlos "Paleta" Amenedo, un barrabrava de Boca preso en la misma causa, pero que se acogió a la figura del arrepentido, declaró ante el juez Mariano Bergés que no cree en la fuga, sino más bien en la relación de Di Zeo con la Policía. Agregó dos datos. Según difundió el programa Periodistas, declaró que Lancry habría entrado al empleo público apadrinado por Enrique "Coti" Nosiglia y que, cuando cayeron presos por orden de Bergés, uno de los comisarios de la Federal que los detuvo saludó a todos los barras con un beso.

El de Di Zeo no es el único caso. También un padre y un hijo, barras de Racing ellos, quedaron sin trabajo, pero en la Municipalidad de Quilmes, por pasarse de faltas. Fue cuando a Norberto Ubaldo Domene le dictaron orden de captura en la causa que investiga el asesinato de Gustavo Rivero, el joven hincha de Independiente asesinado a balazos por la "Guardia Imperial", como se denomina a la barra brava de Racing. Su hijo, Nelson Ubaldo Domene, decidió hacerse humo también, aunque no tenía pedido de captura. ¿Qué temería? La misma Municipalidad informó al juzgado que los había dado de baja por "abandono del servicio".

Luego la causa tuvo un giro que los padres de Rivero todavía no terminan de tragar: el juez de Garantías de Lomas de Zamora, Javier Maffucci Moore, suspendió misteriosamente el pedido de captura y dejó en un vacío legal a Domene, que ahora no es prófugo, imputado, testigo, ni tiene falta de mérito.

En esa misma causa estuvo involucrado otro barrabrava de Racing, quien finalmente obtuvo la falta de mérito. Se trata de Fabio Gustavo Faraci, quien declaró ante el juez ser empleado municipal en Avellaneda.

Tan metidas están las barras bravas en la política que pueden ser oficialismo u oposición. Dos ejemplos contrapuestos son Ezeiza y Morón. En Ezeiza la barra brava de Tristán Suárez es oficialista y "apoya" al intendente Alejandro Granados, presidente del club y dueño del restaurante El Mangrullo, donde Menem gustaba reunir a su séquito y festejó alguna vez su cumpleaños. En Morón, la barra brava de Deportivo Morón —históricamente apadrinada por Juan Carlos Rousselot— es "opositora" desde que el frepasista Martín Sabatella ganó la intendencia. Entonces se desató una guerra que incluye amenazas al intendente, denuncias judiciales, quemas de cubiertas y otras delicias del Lejano Oeste.

En los tiempos de Rousselot intendente, los barrabravas habían conseguido, además de numerosos puestos en la Municipalidad, una prebenda muy particular: una calle entera frente a la estación de tren en la que montaron una feria. Al asumir Sabatella, y con la concesión ya vencida, fueron desalojados por una topadora ya que no se avenían a otro tipo de negociación. Entonces los barrabravas coparon el centro de Morón como "cuidacoches", amenazando al que no les diera los dos pesos por hora que fijaron como tarifa. Finalmente fueron desalojados. No sin disturbios que terminaron con una condena penal para varios de ellos y denuncias de amenazas por parte del intendente.

Increíblemente, dos de los barras condenados hoy siguen siendo empleados en la Municipalidad, aunque estén enfrentados a muerte con el intendente. Es que, además de su vínculo con el PJ, la barra de Morón tiene estrecha relación con el sindicato municipal del partido, que comanda Carlos Rodríguez. Mario Antonio Chocobar y Adolfo Omar Lanestosa no pueden ser echados del municipio porque gozan de fueros sindicales.

Chocobar trabaja por las tardes en la planta de decomiso de automóviles, una playa donde van a parar los autos secuestrados y abandonados. Cobra $ 800 por mes e ingresó en la Municipalidad en 1989, pleno apogeo de Rousselot. Luego de una condena por incidentes en un partido, el municipio le inició un sumario interno para cesantearlo, pero el Tribunal de Trabajo 3, del Ministerio de Trabajo bonaerense-delegación Morón, aseguró que "no surgen elementos suficientes como para apreciar que la permanencia del cuestionado agente o el mantemiento de las condiciones de trabajo pudiera ocasionar peligro para personas, bienes o servicios".

Lanestosa, por su parte, es sereno en el Museo Histórico Municipal y cobra $ 1.400. En el distrito es más conocido como "Pino", jefe del equipo de pintadas "Los Pinos Boys" que supo revistar para Rousselot y hoy responden al mando del presidente del Concejo Deliberante, Juan Zabaleta.

El más famoso y pesado de los barras del distrito, "El Gordo Cadena" —llegado al mundo con el nombre de Máximo Zurita— fue empleado municipal, y estuvo sospechado por el crimen de Hernán García en Paysandú. Terminó preso por un robo, y al salir de la cárcel el Sindicato Municipal de Morón pidió su reincorporación en la Municipalidad. No se la dieron. Al "Gordo Cadena" se lo vio tanto en Hurlingham como en el despacho de Romeaux, en Ituzaingó, "arreglando temas de la barra", según él mismo dijo a un periodista de El Diario, de Morón.

En Ezeiza, feudo de Granados, la situación es inversa a la de Morón. En lugar de organizar las manifestaciones contra el intendente, la barra de Tristán Suárez es la encargada de disolverlas. En la Municipalidad "paran" el jefe de la barra, apodado "Karma", y su segundo, "El bebe Mosto".

Algunos barrabravas terminan su relación con la administración pública con las manos manchadas de sangre. Fue el caso de Sergio Gustavo "Flai" Roldán, barra de San Martín de Tucumán, quien solía ir a la cancha con una máscara de una calavera y era ñoqui del Concejo Deliberante tucumano bajo el amparo de su presidente, Antonio Alvarez. Hoy está preso, acusado de ser el autor del disparo de 22 que mató en una emboscada a Luis Gerardo Caro, de 14 años.

Por el mismo crimen, ocurrido en setiembre de 2001, también está preso Claudio Marcelo Roldán, un policía de tránsito municipal. Ambos formaban parte de "La banda del camión", un sector de la barra de San Martín conocido así porque se movilizaba justamente en un camión. Y reportaban a Rubén "La Chancha" Ale —hoy gerenciador del club— y su hermano Angel "El Mono" Ale.

Los hermanos Ale no perdieron su vínculo con la política. En la última campaña presidencial organizaron una caravana de 600 autos para recibir a Carlos Menem en su gira proselitista.

En mayo de 2000 Julio Grondona, titular de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), se preguntó ante la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados: "¿Cuántos empleados hay en esta casa (por el Congreso) que pertenecen a las barras bravas?". Es cierto que en el Instituto Federal de Estudios Parlamentarios —bautizado en los pasillos del Senado como "reservorio de ñoquis" por el abrupto aumento de personal que se da con cada recambio político— trabaja un ex barrabrava de Argentinos Juniors, Pablo Silva, que se jacta de ser ya plateísta y hasta disputó sin éxito unas elecciones internas del club. Entró de la mano del entrerriano Agusto "Choclo" Alasino, con quien mantenía una relación muy cercana.

Punteros y ñoquis, la marginalidad histórica de la política argentina se conviritió ahora en un espacio también ocupado por los barrabravas.


fuente:clarin

jueves, 11 de marzo de 2010

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